En cierta ciudad hay dos familias que quieren casar a las hijas; pero no hay chicos adecuados en el pueblo, así que deciden unirse para buscarlos por los pueblos de los alrededores.
Finalmente encuentran dos excelentes partidos, y les invitan a que vayan a conocer el pueblo. Pero resulta que uno de ellos se arrepiente por el camino, y solo uno de ellos llega al pueblo. Y es una joyita, así que las dos familias lo quieren.
Total, que las dos familias empiezan a discutir de quién es el novio, y como la cosa no se aclara, deciden hablar con el juez más viejo de los alrededores. El juez decide lo siguiente:
– Lo que haremos es muy simple. Partiremos al chico por la mitad, y le daremos un trozo a cada familia para que no hayan discusiones.
Entonces la madre de una de las novias dice:
– No, por favor, pobre muchacho, como le van a hacer eso.
Pero la segunda madre dice:
– ¡Eso, eso, que lo partan, que lo descuarticen!
Entonces el juez mira a la segunda madre y decide:
– El chico se casa con su hija; usted es la verdadera suegra.