Suena el teléfono. La señora de la casa se apresura a responder:
—¿Dígame?
Al otro lado del hilo, una voz femenina le dice:
—¡Mónica! ¿Qué te pasa? ¡Tienes la voz cambiada!
—¡Pero… si yo no me llamo Mónica!
—Vaya… ¡no me digas que también te has cambiado el nombre!
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