Un caballo entra en un saloon del salvaje Oeste, pide un té, se lo
toma, lo paga y se marcha.
En cuanto el animal ha desaparecido, uno de los clientes, que ha
seguido toda la escena con los ojos como platos, le comenta al
camarero:
—¡Nunca había visto nada igual!
—Tiene razón —asiente el otro sin inmutarse—, ¡siempre se toma
un vaso de leche!
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