Un grupo de ancianitas va de excursión en un autocar del Imserso.
Al cabo de unas horas, una de ellas le ofrece un puñado de
cacahuetes al conductor, que acepta encantado. Unos kilómetros
más, y le da otro puñado de cacahuetes, hasta que al final el
conductor le dice:
—¡Los cacahuetes me gustan muchísimo, señora! ¡Pero cuantos
más cacahuetes como yo, menos quedan para ustedes!
—Ah, no se preocupe —exclama la ancianita—, mis amigas y yo no
podemos masticarlos, no tenemos unos dientes tan buenos como
los suyos.
—Ah, entonces ¿los han comprado expresamente para mí? —
pregunta emocionado el conductor.
—Bueno, la verdad es que no… —confiesa la señora—. No
podemos masticarlos, pero como son saladitos, los chupamos…
¡eso sí que aún podemos hacerlo!