Chistes de familia
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Moraleja del sexo y la vida
Os habéis parado a pensar en que:
Antes del sexo, cada uno ayuda al otro a desnudarse.
Después del sexo, cada uno se viste solo.
Moraleja de la historia:
En la vida nadie te ayuda cuando estás jodido, si te ayudan es porque te van a joder.
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El dolor de cabeza
Juan tenía mucho éxito en su carrera, no tenía problemas económicos y era muy querido por sus amigos. Sin embargo, con el tiempo empezó a sufrir dolores de cabeza, ligeros al principio, pero que fueron aumentando de intensidad hasta llegar a ser insoportables. Cuando su salud, su trabajo y su vida amorosa empezaron a ser afectados por este problema, Juan se decidió a consultar con un médico. El especialista le examinó, realizó varios análisis, le tomó radiografías, muestras de sangre, heces, orina, y por fin le dijo:
– Le tengo una noticia buena y una mala. La buena es que puedo curarle sus dolores de cabeza. La mala es que para hacerlo tendré que castrarlo. Sufre una rara anomalía en la que sus testículos oprimen la base de su columna vertebral, y eso es lo que le causa dolores de cabeza. La única manera de remediarlo es extraer sus testículos.
Juan quedó anonadado y deprimido, pero sus jaquecas empeoraban día a día, y preso de la deseperación decidió someterse a la operación. Al salir del hospital, el dolor de cabeza había desaparecido por completo, pero se sentía abatido y desanimado, como si le faltara una parte de sí mismo (obviamente). Caminando reflexionó, y decidió que, puesto que se
sentía como una nueva persona, empezaría de nuevo, disfrutando cada momento. Animado, pasó frente a una sastrería. Entró y le dijo al vendedor que necesitaba un traje nuevo. Este le observó y dijo:
– Muy bien, es talla 44.
– ¡Exacto! ¿Cómo lo supo?
– Es mi trabajo.
Juan se probó el traje, y le quedó perfectamente. Mientras se observaba en el espejo, el vendedor le dijo:
– ¿Qué le parecería una camisa nueva?
– Claro, ¿porqué no?
– Veamos, necesita una 34 de mangas y dieciséis de cuello.
– ¡Exacto! ¿Cómo lo supo?
– Es mi trabajo.
Juan se probó la camisa, que le quedó muy bien. Mientras se veía en el espejo, el vendedor le dijo:
– Le convendría tener también zapatos nuevos.
– ¡Por supuesto!
– Deben ser de talla nueve y medio.
– ¡Exacto! ¿Cómo lo supo?
– Es mi trabajo.
Mientras Juan admiraba sus zapatos nuevos, el vendedor le preguntó:
– ¿Desearía también ropa interior nueva?
– ¡De acuerdo!
– Muy bien, debe ser calzoncillo de talla treinta y seis.
– ¡No, amigo, se equivoca. He usado la talla treinta y cuatro desde los veinte años!
– ¡¡No es posible que use la treinta y cuatro. Le presionaría los testículos contra la base de la columna vertebral y le producirían un terrible dolor de cabeza…!!
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