Chistes de personajes

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El chepudo y Lucifer

Esto es un tío con chepa que va paseando por el campo cuando suena un estampido, y aparece ante él Lucifer, quien le pregunta:
-TÁš! ¿QUÉ LLEVAS EN LA ESPALDA?
-Yo-yo…u-una chepa.
-PUES YA NO LA TIENES!!!
Y con un movimiento de manos, la chepa desaparece, dejando al tío sano como una pera. Total, que el ex-jorobado se queda muy contento, y piensa en ir a hablar con un amigo suyo que es cojo, a ver si a el le pasa lo mismo.
-Oye macho, como te digo, que ha hecho flis-flas, y me ha
quitado la chepa!
-Bueno, pues voy a ir yo, a ver si me quita la cojera, que me
tiene jodio.
En esto que va el cojo por el mismo lugar, junto al cementerio, cuando de nuevo se oye el estampido, aparece Lucifer, y le dice:
-TÁš! ¿QUE LLEVAS EN LA ESPALDA?
-Yo…en la espalda?… nada
-PUES TOMA UNA CHEPA!!!

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La muerte de Bush

Un día, en el futuro, George W. Bush se muere de un ataque al corazón e inmediatamente se va al infierno, donde el diablo lo está esperando.

Realmente, no sé que voy a hacer contigo, le dijo el diablo, estás en mi lista, pero no tengo lugar para ti y como has sido tan malo tienes que quedarte aquí, así que vamos a hacer lo siguiente:

– Hay algunas personas aquí que no fueron tan malas como tu, así que tendré que dejar ir a alguien y tú te quedarás en su lugar. Es más, te voy a dar a escoger una de tres celdas. Bush, que de todas maneras no tenía otra opción, aceptó. Así que el diablo abrió la primera celda. Allí estaba Richard Nixon, en una gran piscina. Todo lo que hacía era zambullirse en el agua y volver a salir. Ese era su destino en el infierno.

– No… pensó Bush, esto no me gusta, yo no soy buen nadador y no puedo hacer eso todo el día.
El diablo abrió la segunda celda y allí estaba Saddam Hussein, todo el santo día picando con un martillo una montaña de piedras.
– No… pensó Bush… no puedo picar piedras todo el día pues tengo problemas con el hombro.
El diablo abrió la tercera celda y he aquí a Osama Bin Laden, cómodamente tirado en el suelo, con las manos detrás de la cabeza, las piernas abiertas y fumándose un largo puro cubano. Agachada, sobre él se encontraba Mónica Lewinsky, haciendo lo que ella sabe hacer mejor.
Bush miró la escena con incredulidad y gritó animadísimo:
– ¡Aquí me quiero quedar!
Entonces el diablo sonrrió maliciosamente… … y gritó:
– ¡ Mónica, ya llegó tu relevo !

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