Chistes de profesiones

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El empresario multimillonario

Un empresario multimillonario tenía entre sus múltiples valores, miles de hectáreas de tierras fértiles, cientos de miles de cabezas de ganado fino y una preciosa hija de 18 años heredera de todas sus riquezas. Un día nuestro millonario organizó una reunión en su mansión a la cual invitó a toda la alta sociedad del país, y al llegar la media noche, descubrió una piscina de 500 metros con las paredes extra altas en tres de sus lados, en los primeras 100 metros de la piscina había colocado pirañas sudamericanas, en el segundo tramo cocodrilos del Africa, luego barracudas del caribe, después anguilas eléctricas y finalmente tiburones australianos. Nuestro hombre reunió a todos sus invitados en uno de los extremos de la piscina y les dijo: Creo que la juventud está perdida, ya no hay hombres en este mundo, por eso si hay un macho en esta fiesta, lo reto a cruzar esta piscina. Al que lo haga le daré a escoger entre la mitad de mis tierras, el 50% de mi ganado o la mano de mi única hija y heredera. No había terminado de hablar el empresario cuando un joven se lanza a la piscina, la cruzó y salió por la otra orilla, el viejo emocionado le dijo: Nunca creí ver valor como éste antes de morir, dime muchacho, ¿Quieres la mitad de mis tierras? No, contestó rápidamente el joven. Entiendo lo que quieres, es el 50% de mi ganado, razonó el millonario. Tampoco, replicó el joven. Ah, lo que quieres es ser mi yerno, y único heredero. No quiero nada de eso, grito el muchacho. Y entonces, ¿Qué quieres? Preguntó confundido el millonario. Quiero saber, ¿Quién fue, el que me empujó a la piscina?

Los dos ingenieros

Dos ingenieros iban en un vuelo a Seattle. Uno de ellos se sentó junto a la ventana y el otro en el asiento del medio. Al momento de despegar, un abogado se sentó en el asiento del pasillo, junto a los dos ingenieros. El abogado se quitó los zapatos y se disponía a dormir cuando el ingeniero de la ventana dijo: Creo que voy a levantarme por una Coca. No hay problema, yo se la traigo, dijo el abogado. En cuanto fue por el refresco, uno de los ingenieros tomó uno de los zapatos del abogado y escupió dentro. Cuando volvió con la gaseosa, el otro ingeniero dijo: Ya se me antojó. Yo también voy a ir por una. Nuevamente el abogado se levantó gentilmente por otra Coca; en cuanto se fue el otro ingeniero tomó el segundo zapato del abogado y escupió dentro de él. El abogado regresó y todos se sentaron por un buen rato sin hablar en tanto los ingenieros bebían con gusto sus cocas. Cuando el avión estaba aterrizando, el abogado se puso los zapatos y descubrió lo que había pasado. Entonces se puso muy serio y dijo: ¿Hasta cuando va a seguir esto? ¿Este celo entre nuestras profesiones? ¿Este odio? ¿Esta animosidad? ¿Este escupir en los zapatos y orinar dentro de las Coca-Colas?