Un turista pasea por el campo, mira el cielo y murmura para sí:
—No me extrañaría que lloviese…
Una vaca levanta la cabeza, se lo queda mirando y exclama:
—¡Lloverá seguro!
El turista sale corriendo y llama a la puerta de una casa cercana.
Le abre un campesino.
—Disculpe, ¿es suya aquella vaca?
—Sí, ¿por qué?
—¡Porque ha hablado! ¡Ha dicho que lloverá seguro!
El campesino sacude la cabeza.
—¡Bah, no le haga caso… nunca acierta!
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