La vaselina y la suegra

Un hombre decide comprarse una moto después de varios años de ahorros. Va al concesionario y pide al recepcionista la mejor moto que tengan, y el hombre se la enseña, y le dice que si quiere es suya, pero que tenga cuidado cuando llueva, porque puede correrse la pintura y oxidarse, por lo que el recepcionista le da un bote de vaselina para que impermeabilice la moto antes de las lluvias.
Entonces, el hombre se va tan feliz con su moto y se la enseña a su novia y le pide que vayan a probarla dando una vuelta los dos. Ésta dice que darán la vuelta más tarde, porque tienen que ir a comer a casa de sus padres. Pero le advierte de una tradición familiar que dice que el primero que hable después de comer es el que tiene que fregar los platos.
Cuando llegan a casa de los suegros del hombre, éste aparca la moto fuera y entran. Comen tan tranquilamente y charlando toda la tarde, hasta que todos terminan y nadie dice una palabra. El hombre, que quería dar una vuelta con su novia, se estaba hartando de esa incómoda situación, por lo que le da un beso a su novia para que alguien diga algo. Pero nadie dice nada. Entonces, le toca una teta a su novia, pero nadie dice nada. Ya un poco más cansado, coge a su novia, la pone sobre la mesa, y se la tira a lo bestia, pero nadie dice nada. Totalmente harto de esa situación, coge a la suegra, la pone sobre la mesa y se la tira más a lo bestia que a su novia, pero nadie dice nada. De repente, a lo lejos se escuchan rayos y empieza a llover. Entonces el hombre se acuerda de la advertencia del hombre del concesionario y saca la vaselina para recubrir la moto, pero el suegro le mira la vaselina y grita: “¡¡Tranquilo, tranquilo, ya friego yo la losa, tranquilo!!”.

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