La burra del río

Va un doctor, de turismo a un pueblo perdido de la sierra. Tras días observando a sus gentes, le pregunta al alcalde:
-¿Y ustedes como se frenan sexualmente?, aquí no hay ni UNA sola MUJER
-Acompáñeme esta noche, y yo se lo enseñaré
El doctor, muy curioso, acompaña al alcalde por la noche, y llegan a la orilla del río del pueblo. Y se encuentra con una gran fila, con todos los hombres del pueblo en ella.
-¡Pase usted primero, doctor, que está de invitado!-le dijeron todos-.
El doctor va pasando, a lo largo de toda la enorme fila, y se encuentra al final una burra, o el culo de una burra, con el rabo levantado, dispuesta a cualquier cosa.
-¡Vamos doctor, que no tenemos toda la noche!
El doctor, despues de mucho dudar, se baja los pantalones y empieza la tarea. Cuando ya está terminando, le dicen unos cuantos de delante:
-DOCTOR, NO NOS VAYA A JODER A LA BURRA,¡¡¡¡¡¡QUE NOS TIENE QUE SERVIR PARA CRUZAR EL RÁO E IRNOS DE PUTAS!!!!!!!

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La apuesta

Una viejecita fue un día al Banco de Canadá llevando un bolso lleno de dinero. Insistía en que quería hablar con el Presidente del Banco para abrir una cuenta de ahorros “¡Es mucho dinero!”. Después de mucho discutir, la llevaron ante el Presidente del Banco (el cliente siempre tiene razón). El Presidente del Banco le preguntó cuánto quería ingresar. Ella dijo que 165.000 dólares, y vació su bolso encima de la mesa.

El Presidente, naturalmente, sentía curiosidad por saber de dónde había sacado tanto dinero, y le preguntó:
– Señora, me sorprende que lleve tanto dinero encima. ¿De dónde lo ha sacado?
La viejecita contestó:
– Hago apuestas.

– ¿Apuestas? ¿Qué tipo de apuestas? -preguntó el Presidente.
La viejecita contestó:
– Bueno, le apuesto a usted 25.000 dólares a que sus pelotas son cuadradas.

El Presidente soltó una carcajada y dijo:
– Esa es una apuesta estúpida, usted nunca puede ganar con una apuesta de este tipo.
La viejecita lo desafió:
– Bueno ¿estaría usted dispuesto a aceptar mi apuesta?
– ¡Por supuesto! Apuesto 25.000 dólares a que mis pelotas no son cuadradas -respondió el Presidente.

La viejecita dijo:
– De acuerdo, pero como hay mucho dinero en juego, ¿puedo venir mañana a las 10h. con mi abogado para que haga de testigo?
– Por supuesto -respondió el confiado Presidente.

Aquella noche el Presidente estaba muy nervioso por la apuesta y pasó largo tiempo mirándose sus pelotas en el espejo, volviéndose de un lado a otro una y otra vez. Se hizo un riguroso examen y quedó absolutamente convencido de que sus pelotas no eran cuadradas y que ganaría la apuesta.

A la mañana siguiente, a las 10h. en punto, la viejecita apareció con su abogado en la oficina del Presidente. Hizo las presentaciones oportunas y repitió la apuesta:
– 25.000 dólares a que las pelotas del Presidente son cuadradas.

El Presidente aceptó de nuevo la apuesta y la viejecita le pidió que se bajara los pantalones para que todos lo pudieran ver. El Presidente se los bajó. La viejecita se acercó y miró sus pelotas detenidamente y le preguntó si las podía tocar.
– Bien, de acuerdo. 25.000 dólares es mucho dinero y comprendo que quiera estar absolutamente segura -respondió el Presidente.

Entonces se dio cuenta de que el abogado estaba golpeándose la cabeza contra la pared y preguntó a la viejecita:
– ¿Qué coño le pasa a su abogado?
Ella contestó:
– Nada, sólo que he apostado con él 100.000 dólares a que hoy, a las 10h. tendría las pelotas del Presidente del Banco de Canadá en mis manos.

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