Un señor bastante simplón va por la calle la mar de contento con un
reloj de cuco. Un amigo lo ve y le dice:
—¡Caray, qué reloj tan bonito!
—Sí —le responde el otro—, pero lo peor no fue encontrar un reloj
de cuco en tan buen estado y tan bien de precio… ¡sino tener que
cargar con todos los sacos de comida para el pajarito!
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