Una aldeana ve como otra se lava las manos en el agua bendita:
– Pero, ¿qué haces limpiándote las manos ahí?
– Verás es que acabo de hacerle una manola a mi novio, y me ha dicho el párraco que me purifique con agua bendita.
– Pues aparta que me voy a enjuagar la boca.