Un andaluz se quería casar con una chica catalana, va a casa de su familia a pedirle la mano al padre catalán. En la cena, éste le explica:
– Nosotros somos catalanes y tenemos una manera peculiar de hacer las cosas, si te quieres casar con mi hija, tendrás que pasar una prueba. Toma esta manzana y mañana vuelves.
El chico se fue con su manzana. Al día siguiente, el padre de la chica le pregunta:
– ¿Qué hiciste con la manzana?
– Pues me quedé con hambre, así que me la comí.
– ¡MUY MAL! Nosotros los catalanes pelamos la manzana y con la cáscara hacemos un vino delicioso, después la cortamos en dos, nos comemos una mitad y el resto la repartimos entre la familia. Luego las semillas las vendemos en el mercado y, si nos sobran, las sembramos en nuestra masía.
¿Te das cuenta? No desaprovechamos lo más mínimo. Así somos nosotros. Bueno va, como me pareces buen chico, te daré otra oportunidad. Toma este chorizo y vuelve mañana.
El andaluz se quedó muy sorprendido, pero como le gustaba mucho la chica, regresó al día siguiente…
– Bueno noi, ¿qué HICISTE con el CHORIZO?
– Verá señor, con la cuerdecita que lo ataba, me hice unos cordones para los zapatos; con el pedazo de metal que traía en la punta, hice una medallita para su hija; luego lo partí en rodajas, me comí un buen pedazo y el resto lo he guardado para los macarrones.
– ¡MOLT BE! Veo que has aprendido a ser un buen catalán.
¿Y con el forro del chorizo qué hiciste?
– ¡Ah, eso fue lo mejor! Lo limpié con mucho cuidado, fabriqué un preservativo, me beneficié a su hijo y, para que vea que no tiro nada de nada… ¡Aquí traigo la leche para que se tome un capuchino!