Una señora muy distraída contrata un crucero por el Mediterráneo.
Se instala en el camarote y empieza a deshacer las maletas.
Entonces pasa un camarero por allí y le pregunta:
—¿Todo bien, señora? ¿Es de su gusto el camarote?
—¡Ya lo creo! —Y añade, señalando los ojos de buey—: ¡Y estos
pequeños armarios empotrados son comodísimos, cabe muchísima
ropa en ellos!
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