Chistes de personajes

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Un sacerdote y un abogado

Llegan al cielo un sacerdote y un abogado, San Pedro que es el que reparte las habitaciones, da al abogado una con grandes lujos, tv, biblioteca, aire acondicionado…, mientras que al sacerdote le da una habitación con una mesa, una cama, una vela, un abanico y una biblia. Al ver esto el sacerdote muy indignado dice:

– San Pedro…, ¿Por qué a mi, me ha sido asignada una habitación sencilla, yo que he sido un hombre dedicado al bien y a ayudar a los demás y al abogado le das una habitación suite, con toda clase de lujos?

San Pedro le contesta:

– Es que de sacerdotes esta el cielo lleno, pero de abogados es el primero.

La muerte de Bush

Un día, en el futuro, George W. Bush se muere de un ataque al corazón e inmediatamente se va al infierno, donde el diablo lo está esperando.

Realmente, no sé que voy a hacer contigo, le dijo el diablo, estás en mi lista, pero no tengo lugar para ti y como has sido tan malo tienes que quedarte aquí, así que vamos a hacer lo siguiente:

– Hay algunas personas aquí que no fueron tan malas como tu, así que tendré que dejar ir a alguien y tú te quedarás en su lugar. Es más, te voy a dar a escoger una de tres celdas. Bush, que de todas maneras no tenía otra opción, aceptó. Así que el diablo abrió la primera celda. Allí estaba Richard Nixon, en una gran piscina. Todo lo que hacía era zambullirse en el agua y volver a salir. Ese era su destino en el infierno.

– No… pensó Bush, esto no me gusta, yo no soy buen nadador y no puedo hacer eso todo el día.
El diablo abrió la segunda celda y allí estaba Saddam Hussein, todo el santo día picando con un martillo una montaña de piedras.
– No… pensó Bush… no puedo picar piedras todo el día pues tengo problemas con el hombro.
El diablo abrió la tercera celda y he aquí a Osama Bin Laden, cómodamente tirado en el suelo, con las manos detrás de la cabeza, las piernas abiertas y fumándose un largo puro cubano. Agachada, sobre él se encontraba Mónica Lewinsky, haciendo lo que ella sabe hacer mejor.
Bush miró la escena con incredulidad y gritó animadísimo:
– ¡Aquí me quiero quedar!
Entonces el diablo sonrrió maliciosamente… … y gritó:
– ¡ Mónica, ya llegó tu relevo !