Un Cubano se quería casar con una muchacha judía y para eso le pidió permiso al padre de ella. Al ir a la casa de los judíos, el padre le explicó: -Nosotros somos judíos y tenemos una manera peculiar de hacer las cosas; si te quieres casar con mi hija, tendrás que pasar una prueba. Toma esta manzana y regresa mañana. El chico salió con su manzana y regresó al día siguiente. El padre de la chica le pregunta: – ¿Qué hiciste con la manzana? – Pues me la comí. Tenía hambre – le dice el Cubano. El judío le dice rascándose la barba: – Humm, mal, muy mal. Nosotros los judíos pelamos la manzana y con la cáscara hacemos un vino delicioso, luego la partimos en dos, nos comemos una mitad y el resto la repartimos entre la familia. Luego las semillas las vendemos en el mercado y si nos sobran, las sembramos en la casa. -¿Te das cuenta? No nos damos el lujo de desaprovechar lo más mínimo de cada alimento. Así somos nosotros. Te daré otra oportunidad. Toma este chorizo y vuelve mañana. El Cubano salió encojonao y regresó al día siguiente. -Muy bien, – le dice