Los locos del manicomio querían jugar fútbol y formaron dos equipos. Como no tenían pelota, decidieron jugar con un balón imaginario. Y aquello era de goles por acá, goles por allá, de chilena, de cabecita, era impresionante. En lo más interesante del partido, un orate se acerca y pregunta:
“¿Puedo jugar?”
Sus compañeros le respondieron que no porque estaban completos. El chiflado enojado se agacha, hace como que toma algo y les advierte:
“Entonces me llevo el balón”.