El sueldo de Juan

Cuando Juan recibió su sueldo, en dinero efectivo, como siempre lo hacía el primer día de cada mes, contó cuidadosamente los billetes, uno a uno, agudizando sus ojos y untando el dedo con saliva para despegar con fuerza los billetes.
Se sorprendió al percatarse que le habían dado 100 dólares más de lo que correspondía. Miró al contador de reojo para asegurarse que no lo había notado, rápidamente firmó el recibo, se guardó el dinero dentro del bolsillo y salió del sitio con la mayor rapidez y discreción posibles, aguantándose, con esfuerzo, las ganas de saltar de la dicha.
Todo quedó así.
El primer día del mes siguiente hizo la fila y extendió la mano para recibir el pago.
La rutina se repitió y al contar los billetes, notó que faltaban 100 dólares.
Alzó la cabeza y clavó su mirada y muy serio le dijo al cajero:
– Señor, disculpe, faltan 100 dólares.
El cajero respondió:
– ¿Recuerda que el mes pasado le dimos 100 dólares más y usted no dijo nada?
– Sí, claro -contestó Juan con seguridad-, es que uno perdona un error, pero dos ya son demasiados.

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