Entra un abogado a un cajero automático, de los que tienen un sofisticado sistema de alarmas, y de pronto empieza el sistema a sonar y a pitar, con una estruendosa alarma acompañada de muchas luces y una voz digital que grita a todo pulmón:
– ¡LADRÓN! ¡LADRÓN! ¡LADRÓN!…
El abogado, retira rápidamente la tarjeta de la ranura del cajero, la examina detenidamente y dice:
– Mierda, me he equivocado…, ¡He introducido mi tarjeta profesional!