Durante una excursión, con la comida en la mochila pregunté a un campesino:
– Perdone, ¿puedo sentarme en este prado de hierba para merendar?
El campesino se me quedó mirando durante unos segundos y después me contestó:
– ¡Vaya usted y que le aproveche! pero recuerde que después de la hierba no se debe beber agua.